Thursday, February 26, 2009

Francis Díaz en Uniandinos

Francis Díaz, foto Oscar Monsalve







Ya hace más de dos años Uniandinos viene realizando los miércoles en la noche -con gestión de Fernando Vargas-Maza y su Capítulo de Música- una atractiva serie de conciertos que se ha convertido -a pesar de las limitaciones de su sala- en una importante alternativa para la música en Bogotá. Anoche (Febrero 25) Francis Díaz enfrentó un programa variado y sustancioso con solvencia y preparación. Además inició cada una de las dos partes del recital con breves. amables y acertados comentarios que sin duda ayudaron al disfrute de su programa.

¿Quién ha convencido a todos los pianistas colombianos -y algunos aunque no muchos del exterior- que las obras barrocas, especialmente las de Bach y Scarlatti son para tocar en primer lugar en los recitales de piano como si se tratara de ejercicios de calistenia y calentamiento? Supongo que es una tradición en la que tienen culpa ellos mismos y sus profesores, pero no una buena tradición pues justamente ayer afectó la calidad de las interpretaciones de Díaz. Las Suites Inglesas de Bach -Díaz inició su recital con la No. 2 BWV 807 en la menor- no son precisamente obras para servir de teloneras a otras de mayor envergadura, pues ya la tienen y de sobra. Después de un Prelude y una Alemande limpios y precisos la velocidad con la que enfrentó la Courante -adecuada por su carácter- tal vez hubiera requerido de una pieza anterior para entrar en dedos. Esto se acentuó con las dos Bourrées y la Gigue que por cansancio -no por falta de preparación ni de técnica- no tuvieron la brillantez del Prelude, tal vez la mejor interpretación de la noche.

La Suite breve de Luis Carlos Figueroa (1923) tenía coherencia en la propuesta de Díaz al pretender ilustrar dos momentos de la Suite como género musical pianístico e incluir una obra de un compositor local. Sin embargo, es una obra sin mayor interés, que sólo hace honor a su título (el Allegro inicial sólo tiene unos cuantos compases) y que bien hubiera servido de abrebocas, pues por poco sustanciosa, hubiera despertado justo apetito por los dos platos fuertes, el segundo de los cuales fue la serie completa de Baladas de Chopin. Aquí Díaz mostró fuerza -muy buena pulsación- y transparencia en los exigentes contrastes de los distintos episodios de estas obras. Mostró también mesura, sobriedad y buen sentido de estilo, sin exagerar ni en patetismo ni en lirismo, ni en rabia ni en queja. El piano de la sala por su parte, mostró su falta de regulación (voicing) y mantenimiento. Para ser usados en recitales no sólo basta afinarlos -aunque eso a veces ya constituye un gran logro- sino también, ponerlos en manos de especialistas que logren sacar la 'voz' del instrumento. El de Uniandinos, esta aún ronco y áspero en sus bajos y apretado en sus agudos. Ojalá pronto supere estas afonías.

Hace dos años -al comentar uno de los primeros conciertos en esta sala- anotaba que su escenario necesitaba urgentemente una adecuada iluminación. Pues bien, dos años después la sigue necesitando ya que los artistas quedan en penumbra y la poca que hay -también en forma insuficiente- ilumina sólo el fondo del escenario. Anoche los visos de colores no eran propiamente adecuados para un recital de esta índole. Tampoco han cambiado los inpertinentes sonidos de los walkie-talkies del personal ni la conversación en voz alta -ya iniciado el concierto- de quienes reciben a los asistentes. La puntualidad es sin duda de elogiar.