Thursday, June 14, 2007

YO-YO MA en Bogotá

Un verdadero derroche de musicalidad y notable tour de force musical (tres grandes sonatas, dos piezas latinoamericanas y tres encores) brindaron Yo-Yo Ma y Kathryn Stott en la noche de ayer en el Teatro Colón. Las obras de Schubert y Franck fueron tal vez las que mejor se adaptaban a la íntima compenetración de Ma (o será Yo-Yo, nunca sabe uno) con su instrumento. El resultado fue inmejorable: los ideales sonoros del romanticismo y del post-romanticismo vertidos en una inmensa riqueza de matices y exhuberancia de variedad de sonido. Y siendo estas sus grandes fortalezas, Ma entregó una versión de Franck que fue tal vez lo mejor de la noche. Sin embargo, aquí en el terreno del sonido y del equilibrio entre los dos instrumentos, se presentó el lunar que persistió toda la noche (al menos así lo oí desde mi crujiente silla del balcón numerado No. 39): el notable contraste entre la aterciopelada dulzura del violoncello y la aspereza metálica del voicing del piano del Teatro.

Es difícil encontrar el equivalente castellano del concepto de voicing de un piano (regulación y entonación se acercan), pero en otras palabras se trata de lograr que este instrumento tenga su ‘voz’. Una ‘voz’ o un tono que pueden ser robusto o enérgico, suave o meloso, según sea al caso, cosa que logran los hábiles piano technicians (tampoco hay un claro equivalente castellano) dependiendo eso si, de que tanta posibilidad de variación porporcione el instrumento que estén regulando. No sabemos si éste instrumento en particular da poco espacio de maniobra o si lo que faltó fue pensar en la necesidad de un voicing adecuado y lograrlo. Anoche quedó claro que para un recital de esta naturaleza no sólo es necesario afinar el instrumento.

Como la cuerda se rompe por lo más delgado, por la razón anterior es posible que anoche algunos hayan opinado que: ‘no les gustó la pianista’. Todo lo contrario, su discresión e inteligencia musical fueron la otra gran cima del concierto pues intentó siempre (con lo que permitió el instrumento) lograr el equlibrio de que hablamos. Kathryn Stott estuvo más que a la altura de la gran dificultad de las partes de piano de Shostakovich y Franck, con notables logros como el Allegretto poco mosso de éste último, donde consiguió la medida justa en esa convesación con motivos cortos y memorables con que el cello responde a las insinuaciones del piano. Con aquel delicado tejido no pudimos haber tenido un mejor final para el concierto. Stott hizo honor así a la gran tradición inglesa de pianistas acompañantes, como el compositor y pianista Benjamin Britten, a quien el legendario Gerald Moore reconocía como el mejor. Moore es el autor de The Unashamed Accompanist (1943) y Am I too loud? (1962), libros de memorias musicales que son consideradas Biblias por los pianistas acompañantes. Sin olvidar que Stott ha desarrolado paralelamente una exitosa carrera como concertista.

El programa impreso no incluyó información sobre las obras, algo más importante que los breves parrafos biografícos de los compositores incluídos en él. La famosa Sonata Arpeggione (D 821) se identificó ‘para viola y piano’ sin explicar que a pesar de la incomprensible circunstancia de su composición en 1824 para un instrumento híbrido que no tuvo ninguna trascendencia (ver ilustración, Arpeggione de Johann Georg Staufer, Vienna, 1824, Musikinstrumenten-Museum, Universidad de Leipzig), Schubert logra con ella una de sus mejores obras de madurez, hoy convertida en un clásico del repertorio para violoncello. Para entender mejor la coherencia del programa que nos ofrecieron anoche Yo-Yo Ma y Stott, ayuda saber que Shostakovich compuso su Sonata op. 40, una de sus obras más neoclásicas, en un momento crítico de su carrera, cuando la ironía de la música de sus ballets (‘La Polka del burócrata’ en La Edad de Oro) y el crudo realismo de su opera Lady Macbeth motivaron un famoso e infame artículo (‘Confusión en lugar de música’) aparecido en Pravda en el que su música se calificó de ‘neurótica … ruido y griteria’ y además se repudió su mal gusto de ‘pequeño burgués’. Estridencias parecidas a aquellas oídas en la fallida presentación en 1975 de Mstislav Rostropovich (otro de los grandes del cello y destinatario del Grand Tango de Piazzola) en el Auditorio General de la Universidad Nacional (antes de que se comenzara a llamar León de Greiff).

Esto nos lleva a una última consideración: este repertorio es universal, nos pertenece a todos y el derecho a disfrutar de la maestría que vimos y oímos el jueves en la noche debería ser lo más universal posible. ¿Como lograrlo? La subvención estatal y privada parecen ser las obvias respuestas. Entidades públicas como la Sala Luis A. Arango (Pieter Wispelwey, otro de las grandes ligas del cello a US $ 7) y el Instituto Distrital de Cultura y Turismo lo están haciendo. El Teatro Colón (también entidad pública) lo hizo, en especial durante su época ‘gloriosa’ entre 1952 y 1974 cuando nos visitaron Stravinsky, Menuhin, Arrau, Rubinstein, Segovia, Heifetz y Marian Anderson y no sólo el ‘gallinero’ estuvo siempre repleto de músicos, estudiantes y amantes de la música. Los precios del concierto fueron desproporcionados para nuestro medio (US $ 35-275). Sin ánimo de caer en el uso –tan popular hoy entre nosotros- de citar cifras y cifras, tomenos los siguientes ejemplos que apoyan mi anterior afirmación.
Yo-Yo Ma actuará (Agosto 8, 2007) con la Orquesta de Filadelfia en el Saratoga Arts Center (Saratoga Springs, NY, USA) con una capacidad para alrededor de 600 personas con precios entre los US $ 23-80 y en la misma gira efectuará otra presentación (Agosto 4, 2007) con la Orquesta Sinfónica de Boston en el reconocido Festival de Tanglewood (Lenox, Mass., USA), esta vez con localidades entre los US $19-99. Y por último, el concierto que oímos el jueves lo volverán a tocar Yo-Yo Ma y Stott el 18 de noviembre de este año en otra prestigiosa sala, el Renée and Henry Segerstrom Concert Hall , del Orange County (Costa Mesa, California) con capacidad para 2000 personas. Los precios serán sólo un poco más bajos que los cobrados el jueves (US $ 35-250), sin embargo, el ingreso per capita del condado que alberga el auditorio (contando los millonarios y los braceros mexicanos) es de US $ 26.000.oo (comparable al de España, Italia, Singapur y Taiwan) mientras que, según la misma fuente, el de Colombia es solamente de US $ 6.600.oo (1).

(1) Se trata de la información proporcionada en la pagina web de Wikipedia (http://en.wikipedia.org/wiki/Orange_County,_California) correspondiente al Orange County. Según las estadísticas del Fondo Monetario Internacional IMF (www.imf.org), el ingreso per capita de Colombia para el 2006 fue de US $ 3.019.oo mientras que el de los Estados Unidos para el mismo año fue de US $ 44.168.oo.